Retazos de la historia de
Candeleda:
Ramón Lorente De la Luna
“EL TRABUCAMIENTO”
No crean mis queridos lectores que se trata
de “pasar por el trabuco” a nadie. No. La palabra “trabucamiento” viene de
“trabucar”. O sea: cambiar, tergiversar, trastornar, revolver, confundir, etc.
Este es un mal generalizado en todas las
Españas. Y Candeleda no podía quedar al margen del mismo.
Candeleda es una población que por su
situación estratégica, y su enorme devenir histórico, ha sufrido los avatares y
embestidas de toda clase de gentes. Y las ha soportado como mejor ha podido.
Por ello, claro está, ha configurado su ser de una forma amplia y universal.
Pero también ha asimilado lo que buenamente ha podido de esas gentes y de sus
condicionantes. Así nace la tendencia a trabucar muchas cosas. Pero trabucar
algo puede hacerse a la ligera, bien por carencia cultural o de forma
“consuetudinaria”. O bien, de forma más torticera, por intereses personales.
En cualquier caso el que sufre las
consecuencias es el lenguaje y la tradicional cultura de cada nación, región o
localidad, con el resultado de que muchas veces, los más interesados desconocen
el verdadero devenir histórico, es decir, su propia historia.
Pero cambiar o tergiversar las cosas, o la
misma historia, cuando se hace intencionadamente, es realmente triste y
perverso. Todas las personas que así actúan lo hacen sin el menor grado de
rubor y, sobre todo, sin el menor rigor histórico.
Nacen de esta forma los “trabucamientos”,
muchas veces inevitables, pero siempre indeseables. Veamos algunos casos de
“trabucamiento” candeledano.
Vamos con el primero.
-A Candeleda se le
ha comparado con otras tierras, igualmente hermosas. Así de siempre se la
conoció como la “Andalucía castellana”. Otros con menos pretensiones la dicen
la “Andalucía de Ávila”. Pues queridos lectores: en toda Castilla no existe
ninguna otra población que aguante una comparación con la situación
estratégica, ambiental y disfrute de todo tipo de personas que suben y bajan,
como Candeleda ha soportado a través de sus largos milenios de vida. Su
excepcional clima, sus bosques, sus muy altas temperaturas en verano, sus
plantas propias de climas cálidos adaptadas perfectamente al clima candeledano,
etc. Por otra parte, a Candeleda se le conoce como “Techo y levante de
Castilla”. ¿Porqué no “techo de Ávila”?
Pues por la misma razón es “Andalucía de Castilla”. Toda definición que
afecta a un “todo”, afecta también a la parte donde está comprendida.
Creo yo, que de esa cierta tendencia
“andaluza” viene el “instinto a trabucar” que genuinamente se da en Candeleda.
En el precioso librito “La Andalucía de
Ávila”, de Abelardo Rivera, Delegado Gubernativo en Arenas de San Pedro, allá
por los años 1925, se recogen los artículos personales que los enamorados de
las bonitas poblaciones y tierras del valle del Tiétar le iban remitiendo. Es
en aquellos años cuando empiezan a acuñarse las frases “Andalucía de Castilla”
y “Andalucía de Ávila”, que se usan indistintamente para toda la zona al sur de
Gredos.
Y es una persona candeledana y amante de
Candeleda, D. Jesús González, Teniente de Alcalde en aquellos años, quien en su
bonito artículo “Andalucía en Castilla”, página 97 del libro antes citado, deja
sentado para Candeleda tan elocuente título: “La Andalucía Castellana”.
Abelardo Rivera ya le nombra “Rincón de
Castilla” y “Andalucía de Castilla”. Sólo es necesario que repasemos los libros
y que respetemos la paternidad de aquella preciosa frase que nuestros
antepasados reclamaron para Candeleda, poniéndola a nuestro alcance.
Por ello es únicamente a Candeleda a quien le
corresponde dicho título, pues no hay otra población ni al sur de Gredos ni en
toda Castilla, que tenga mayores alturas, ni que esté “más al sur” que
Candeleda.
Desde aquí solicito que los candeledanos
tengamos alguna condescendencia con quienes han defendido y luchado por la
hermosa tierra candeledano. Y creo que Jesús González bien se merece tener un
lugar preferente en Candeleda.
Otro trabucamiento es el manido tema de los
“judíos” o “judería”. Aunque yo prefiero llamarlos hebreos. Es más correcto,
porque los judíos son de Judea, una región de Israel. Los hebreos, o
israelitas, son todo Israel.
Algunas publicaciones sin rigor histórico, y
sin conocimiento de la idiosincrasia de Candeleda, le atribuyen una elevada
población judía. Veamos algunas cosas que citan de los judíos que dicen de
Candeleda:
-citan que “un judío
era dueño de 100 colmenas y una majada en Candeleda”. En esto deben coincidir
conmigo que antes, como ahora, muchas personas
que no eran candeledanas, tenían propiedades en Candeleda, y en otros sitios.
Eso lo saben los candeledanos desde antiguo:
Que
tienes y que tenías,
anda
diciendo tu madre,
que
tienes y que tenías,
olivares
en La Mancha,
tierras
en Andalucía.
-Citan unos cuantos
judíos, pero ¡oh casualidad!, ninguno era de Candeleda, salvo un par de ellos
que ponen en la duda.
-Citan varias calles
cuyo nombre imputan a los judíos. Desconocen, creo que intencionadamente, que
antiguamente las calles no llevaban nombre. Antes se dividían las poblaciones
por nombres tales como ”Barrio de Arriba”, “Barrio de Abajo”, “Herreñal,
“Arrabal”, etc. Rotular una calle es invento relativamente reciente, pues es a
partir de la Real Orden de 30-noviembre-1858 cuando se ordena denominar las
calles por nombre, y poner un número de policía a cada inmueble. Y en esto los
candeledanos utilizaron su especial amor por su tierra, poniendo bellos y
significativos nombres a las calles de la zona Herreñal, y poco más, pues
entonces el casco urbano de Candeleda era reducido.
-Dicen que en la
calle Amargura se encuentra la “Casa de la Judería”, antigua “casa de la
Inquisición”. Atributo un tanto contradictorio, porque mentarles la
“Inquisición” a los judíos era como si les mentaran ”la bicha”. Y eso que el
Inquisidor Mayor, el célebre Torquemada era judío, eso sí, converso, cuestión
que la mayoría de la gente llana desconoce.
-Achacan el nombre
de calle “Amargura” al hecho de ser el camino que tomaban los judíos cuando
fueron expulsados de Candeleda. Nada más falso. Amargura viene por ser el
último recorrido que los difuntos y sus deudos candeledanos hacían camino de la
Iglesia, en cuyo solar adosado estaba el cementerio, como bien sabemos. Camino
triste y amargo en esos trances.
Pero reconocen:
-“el definitivo
asentamiento de Candeleda llegó con los romanos”.
-“no parece que
durante la dominación musulmana el valle del Tiétar, y por tanto Candeleda,
fuese un lugar muy poblado”.
-“la población
aumenta a partir de 1393, concesión del villazgo”.
Se desconocen los censos de aquellos años. El
más antiguo es el Censo de 1517: Candeleda era lugar de 300 vecinos. Y el Censo
de 1528: Candeleda tenía 287 vecinos. Muy pocos. Y tengamos en cuenta que ya
estamos en el año 1500. Podía alegarse que la diferencia de vecinos entre ambos
censos pudo ser por la marcha de los hebreos. Pues no. La diferencia era por
las terribles epidemias de peste que se padecían aquellos años.
-“la judería de
Candeleda tuvo una extensión bastante reducida”. Ello por una clara razón: no
la hubo.
Terminan con un reconocimiento, refiriéndose
a la denominada ”Casa de la judería”: “No espere de este lugar un centro de
interpretación y exposición de la antigua judería de Candeleda”.
Así vemos que por razones no muy claras a
alguien recientemente se le ocurre nombrar el casco antiguo de Candeleda como
“Judería”. Y yo pregunto a esas personas: ¿y la “Cristianería”? ¿dónde quedaba?
Porque debemos admitir que en Candeleda existían algunos cristianos al menos,
¿o no?
Pues claro que existían. Desde siempre el
Herreñal es el barrio señero de Candeleda. Es decir, la zona donde se fundó y
se formó el primer núcleo poblacional de Candeleda. Ello desde los albores de
la dominación romana. En aquellos tiempos, y durante el periodo visigodo en Candeleda
no hubo hebreos.
Es cierto que algunas familias hebreas
habitaron en Candeleda, pero según la tradición eran tres o cuatro familias que
ocuparon algunas casitas de la Travesía del Pozo, junto a la Plaza de lo
Vergeles. Casitas que aún guardan algo de su primigenio aspecto.
Ello está bastante explicito en dos
documentos:
-El primero es el
Censo de Población de las Provincias y Partidos de la Corona de Castilla del
siglo XVI, referido al año 1474, en su aspecto económico dice:
“El Obispado de Ávila percibe las siguientes
rentas de los judíos” (de entre otras localidades):
-de Candeleda: 750
maravedises
-de “El Aljama de
Oropesa” sin los judíos de Candeleda: 1600 maravedises
(es decir, los judíos de Candeleda dependían
de “El Aljama de Oropesa”
-de Arenas: 1000
maravedises
“El Obispado de Toledo recibe de los judíos de
Talavera” (de entre otras localidades):
-de “El Aljama de
Talavera”, sin los judíos de Puente del Arzobispo: 2500 maravedises
Queda claro que Candeleda, Arenas y Oropesa
pertenecen al Obispado de Ávila, y que Aljama no existía ni en Candeleda ni en
Arenas. Siendo “El Aljama” “un conjunto de judíos”; en su aspecto económico se
traduce como “la comunidad judía que autogestionaba la recaudación de los
diversos impuestos que la monarquía imponía sobre ellos”. Por tanto, una
localidad con “Aljama” tenía una cierta cantidad de población hebrea o judía.
No era pues, el caso de Candeleda.
Por otra parte, las rentas que pagaban los
judíos de Candeleda eran bajas comparadas con las otras poblaciones limítrofes.
Otro documento es el bello y extenso Poema de
”La Peropala”, de autor desconocido, sobre la tradición de Candeleda, que debió
nacer antes del 1492, año de expulsión de los judíos.
Candeleda es cuna de pocos judíos, como bien
deja sentado Enrique Jiménez Juárez, en su libro “Cancionero Español”. Al
contrario que en “El Peropalo”, de Villanueva, cuyo eje principal es un solo
personaje, en “La Peropala” es un conjunto de hombres, mujeres y niños los que
forman todo el entramado. En el mismo se dice en la estrofa nº 5:
Judíos
lo son unos,
marranos
los otros son,
todos
deberán ser limpios
cristianos
de corazón.
(nota: “marrano” se
decía al morisco converso)
Por tanto, de judería en Candeleda, nada de
nada. Pero las mozas candeledanas, por si acaso, hacían su pesquisas del mozo
pretendiente, que claro, tenía sus recelos:
Andas
averiguando
si
tengo , tengo,
la
nariz aguileña
y el pelo negro.
Y no puede faltar el “trabucamiento” de
nuestra extensa y rica tradición folklórica, es decir, de nuestras canciones,
tonadas, jotas y rondeñas.
Y por citar una bien conocida, escojo la
bella tonada de ”La Flora”. Y que la gran mayoría de los que aún la cantan
desconoce su verdadero nombre.
Esta tonada narra la historia de una ganadera
“la vaquera”, allá por los años de las grandes trashumancias. Ganadera que, en
razón de la tonada, debería ser bastante pudiente, pero también bastante
liberal. Y le gustaba ir arreando a su ganado en los largos desplazamientos que
el mismo seguía, como un vaquero más. Su verdadera letrilla es como sigue:
1-Vaquerilla,
vaquerilla, 2-
Mi madre con ser mi madre
la
de la yegua lozana, y
con el poder que me tiene,
mira
que se va a los trigos no
ha podido dominarme
la
novilla trujillana. y
tú dominarme quieres.
Estribillo: Estribillo:
Dicen
los vaqueros Dicen
los vaqueros…
vaya
una vaquera,
la
tralla de plata 3-Ya
tenemos a la Flora
la
honda de seda. casada
con el vaquero,
La
tralla no alcanza, teniendo
tantos colchones
la
honda no llega. y está durmiendo en el
suelo
Estribillo:
Dicen los vaqueros…
Bueno, la tonada
tiene muchas más estrofas. Pero como muestra creo que es suficiente.
Hoy la cantan como “vaquerillo, vaquerillo”,
y aún más modernamente con cierto aire cariñoso, como “vaquerito, vaquerito”.
Pues ya vemos que no es así. Aunque si los ignorantes o los trabucadores se
empeñan, seguirán cantando como les parezca bien. Y no sigo más, pues el
trabucamiento resultaría casi infinito.
Rompo esta lanza en defensa de nuestros antepasados,
a los que no se les puede quitar su historia, ni tergiversar sus muchos años de
lucha en crear esta maravilla, para que nosotros, los candeledanos de estos
tiempos, podamos disfrutarla.
¡Pos vamos anduviendo p’al sequero¡