domingo, 30 de julio de 2017

EL TRABUCAMIENTO



Retazos de la historia de Candeleda:
Ramón Lorente De la Luna

“EL TRABUCAMIENTO”

  No crean mis queridos lectores que se trata de “pasar por el trabuco” a nadie. No. La palabra “trabucamiento” viene de “trabucar”. O sea: cambiar, tergiversar, trastornar, revolver, confundir, etc.
  Este es un mal generalizado en todas las Españas. Y Candeleda no podía quedar al margen del mismo.
  Candeleda es una población que por su situación estratégica, y su enorme devenir histórico, ha sufrido los avatares y embestidas de toda clase de gentes. Y las ha soportado como mejor ha podido. Por ello, claro está, ha configurado su ser de una forma amplia y universal. Pero también ha asimilado lo que buenamente ha podido de esas gentes y de sus condicionantes. Así nace la tendencia a trabucar muchas cosas. Pero trabucar algo puede hacerse a la ligera, bien por carencia cultural o de forma “consuetudinaria”. O bien, de forma más torticera, por intereses personales.
  En cualquier caso el que sufre las consecuencias es el lenguaje y la tradicional cultura de cada nación, región o localidad, con el resultado de que muchas veces, los más interesados desconocen el verdadero devenir histórico, es decir, su propia historia.
  Pero cambiar o tergiversar las cosas, o la misma historia, cuando se hace intencionadamente, es realmente triste y perverso. Todas las personas que así actúan lo hacen sin el menor grado de rubor y, sobre todo, sin el menor rigor histórico.
  Nacen de esta forma los “trabucamientos”, muchas veces inevitables, pero siempre indeseables. Veamos algunos casos de “trabucamiento” candeledano.
  Vamos con el primero.
-A Candeleda se le ha comparado con otras tierras, igualmente hermosas. Así de siempre se la conoció como la “Andalucía castellana”. Otros con menos pretensiones la dicen la “Andalucía de Ávila”. Pues queridos lectores: en toda Castilla no existe ninguna otra población que aguante una comparación con la situación estratégica, ambiental y disfrute de todo tipo de personas que suben y bajan, como Candeleda ha soportado a través de sus largos milenios de vida. Su excepcional clima, sus bosques, sus muy altas temperaturas en verano, sus plantas propias de climas cálidos adaptadas perfectamente al clima candeledano, etc. Por otra parte, a Candeleda se le conoce como “Techo y levante de Castilla”. ¿Porqué no “techo de Ávila”?  Pues por la misma razón es “Andalucía de Castilla”. Toda definición que afecta a un “todo”, afecta también a la parte donde está comprendida.
  Creo yo, que de esa cierta tendencia “andaluza” viene el “instinto a trabucar” que genuinamente se da en Candeleda.
  En el precioso librito “La Andalucía de Ávila”, de Abelardo Rivera, Delegado Gubernativo en Arenas de San Pedro, allá por los años 1925, se recogen los artículos personales que los enamorados de las bonitas poblaciones y tierras del valle del Tiétar le iban remitiendo. Es en aquellos años cuando empiezan a acuñarse las frases “Andalucía de Castilla” y “Andalucía de Ávila”, que se usan indistintamente para toda la zona al sur de Gredos.
  Y es una persona candeledana y amante de Candeleda, D. Jesús González, Teniente de Alcalde en aquellos años, quien en su bonito artículo “Andalucía en Castilla”, página 97 del libro antes citado, deja sentado para Candeleda tan elocuente título: “La Andalucía Castellana”.
  Abelardo Rivera ya le nombra “Rincón de Castilla” y “Andalucía de Castilla”. Sólo es necesario que repasemos los libros y que respetemos la paternidad de aquella preciosa frase que nuestros antepasados reclamaron para Candeleda, poniéndola a nuestro alcance.
  Por ello es únicamente a Candeleda a quien le corresponde dicho título, pues no hay otra población ni al sur de Gredos ni en toda Castilla, que tenga mayores alturas, ni que esté “más al sur” que Candeleda.
  Desde aquí solicito que los candeledanos tengamos alguna condescendencia con quienes han defendido y luchado por la hermosa tierra candeledano. Y creo que Jesús González bien se merece tener un lugar preferente en Candeleda.

  Otro trabucamiento es el manido tema de los “judíos” o “judería”. Aunque yo prefiero llamarlos hebreos. Es más correcto, porque los judíos son de Judea, una región de Israel. Los hebreos, o israelitas, son todo Israel.
  Algunas publicaciones sin rigor histórico, y sin conocimiento de la idiosincrasia de Candeleda, le atribuyen una elevada población judía. Veamos algunas cosas que citan de los judíos que dicen de Candeleda:
-citan que “un judío era dueño de 100 colmenas y una majada en Candeleda”. En esto deben coincidir conmigo que antes, como ahora, muchas  personas que no eran candeledanas, tenían propiedades en Candeleda, y en otros sitios. Eso lo saben los candeledanos desde antiguo:
Que tienes y que tenías,
anda diciendo tu madre,
que tienes y que tenías,
olivares en La Mancha,
tierras en Andalucía.
-Citan unos cuantos judíos, pero ¡oh casualidad!, ninguno era de Candeleda, salvo un par de ellos que ponen en la duda.
-Citan varias calles cuyo nombre imputan a los judíos. Desconocen, creo que intencionadamente, que antiguamente las calles no llevaban nombre. Antes se dividían las poblaciones por nombres tales como ”Barrio de Arriba”, “Barrio de Abajo”, “Herreñal, “Arrabal”, etc. Rotular una calle es invento relativamente reciente, pues es a partir de la Real Orden de 30-noviembre-1858 cuando se ordena denominar las calles por nombre, y poner un número de policía a cada inmueble. Y en esto los candeledanos utilizaron su especial amor por su tierra, poniendo bellos y significativos nombres a las calles de la zona Herreñal, y poco más, pues entonces el casco urbano de Candeleda era reducido.
-Dicen que en la calle Amargura se encuentra la “Casa de la Judería”, antigua “casa de la Inquisición”. Atributo un tanto contradictorio, porque mentarles la “Inquisición” a los judíos era como si les mentaran ”la bicha”. Y eso que el Inquisidor Mayor, el célebre Torquemada era judío, eso sí, converso, cuestión que la mayoría de la gente llana desconoce.
-Achacan el nombre de calle “Amargura” al hecho de ser el camino que tomaban los judíos cuando fueron expulsados de Candeleda. Nada más falso. Amargura viene por ser el último recorrido que los difuntos y sus deudos candeledanos hacían camino de la Iglesia, en cuyo solar adosado estaba el cementerio, como bien sabemos. Camino triste y amargo en esos trances.
  Pero reconocen:
-“el definitivo asentamiento de Candeleda llegó con los romanos”.
-“no parece que durante la dominación musulmana el valle del Tiétar, y por tanto Candeleda, fuese un lugar muy poblado”.
-“la población aumenta a partir de 1393, concesión del villazgo”.
  Se desconocen los censos de aquellos años. El más antiguo es el Censo de 1517: Candeleda era lugar de 300 vecinos. Y el Censo de 1528: Candeleda tenía 287 vecinos. Muy pocos. Y tengamos en cuenta que ya estamos en el año 1500. Podía alegarse que la diferencia de vecinos entre ambos censos pudo ser por la marcha de los hebreos. Pues no. La diferencia era por las terribles epidemias de peste que se padecían aquellos años.
-“la judería de Candeleda tuvo una extensión bastante reducida”. Ello por una clara razón: no la hubo.
  Terminan con un reconocimiento, refiriéndose a la denominada ”Casa de la judería”: “No espere de este lugar un centro de interpretación y exposición de la antigua judería de Candeleda”.
  Así vemos que por razones no muy claras a alguien recientemente se le ocurre nombrar el casco antiguo de Candeleda como “Judería”. Y yo pregunto a esas personas: ¿y la “Cristianería”? ¿dónde quedaba? Porque debemos admitir que en Candeleda existían algunos cristianos al menos, ¿o no?
  Pues claro que existían. Desde siempre el Herreñal es el barrio señero de Candeleda. Es decir, la zona donde se fundó y se formó el primer núcleo poblacional de Candeleda. Ello desde los albores de la dominación romana. En aquellos tiempos, y durante el periodo visigodo en Candeleda no hubo hebreos.
  Es cierto que algunas familias hebreas habitaron en Candeleda, pero según la tradición eran tres o cuatro familias que ocuparon algunas casitas de la Travesía del Pozo, junto a la Plaza de lo Vergeles. Casitas que aún guardan algo de su primigenio aspecto.
  Ello está bastante explicito en dos documentos:
-El primero es el Censo de Población de las Provincias y Partidos de la Corona de Castilla del siglo XVI, referido al año 1474, en su aspecto económico dice:
 “El Obispado de Ávila percibe las siguientes rentas de los judíos” (de entre otras localidades):
-de Candeleda: 750 maravedises
-de “El Aljama de Oropesa” sin los judíos de Candeleda: 1600 maravedises
 (es decir, los judíos de Candeleda dependían de “El Aljama de Oropesa”
-de Arenas: 1000 maravedises
 “El Obispado de Toledo recibe de los judíos de Talavera” (de entre otras localidades):
-de “El Aljama de Talavera”, sin los judíos de Puente del Arzobispo: 2500 maravedises
  Queda claro que Candeleda, Arenas y Oropesa pertenecen al Obispado de Ávila, y que Aljama no existía ni en Candeleda ni en Arenas. Siendo “El Aljama” “un conjunto de judíos”; en su aspecto económico se traduce como “la comunidad judía que autogestionaba la recaudación de los diversos impuestos que la monarquía imponía sobre ellos”. Por tanto, una localidad con “Aljama” tenía una cierta cantidad de población hebrea o judía. No era pues, el caso de Candeleda.
  Por otra parte, las rentas que pagaban los judíos de Candeleda eran bajas comparadas con las otras poblaciones limítrofes.
  Otro documento es el bello y extenso Poema de ”La Peropala”, de autor desconocido, sobre la tradición de Candeleda, que debió nacer antes del 1492, año de expulsión de los judíos.
  Candeleda es cuna de pocos judíos, como bien deja sentado Enrique Jiménez Juárez, en su libro “Cancionero Español”. Al contrario que en “El Peropalo”, de Villanueva, cuyo eje principal es un solo personaje, en “La Peropala” es un conjunto de hombres, mujeres y niños los que forman todo el entramado. En el mismo se dice en la estrofa nº 5:
Judíos lo son unos,
marranos los otros son,
todos deberán ser limpios
cristianos de corazón.
  (nota: “marrano” se decía al morisco converso)
  Por tanto, de judería en Candeleda, nada de nada. Pero las mozas candeledanas, por si acaso, hacían su pesquisas del mozo pretendiente, que claro, tenía sus recelos:
                               Andas averiguando
                              si tengo , tengo,
 la nariz aguileña
 y el pelo negro.

  Y no puede faltar el “trabucamiento” de nuestra extensa y rica tradición folklórica, es decir, de nuestras canciones, tonadas, jotas y rondeñas.
  Y por citar una bien conocida, escojo la bella tonada de ”La Flora”. Y que la gran mayoría de los que aún la cantan desconoce su verdadero nombre.
  Esta tonada narra la historia de una ganadera “la vaquera”, allá por los años de las grandes trashumancias. Ganadera que, en razón de la tonada, debería ser bastante pudiente, pero también bastante liberal. Y le gustaba ir arreando a su ganado en los largos desplazamientos que el mismo seguía, como un vaquero más. Su verdadera letrilla es como sigue:
1-Vaquerilla, vaquerilla,                                         2- Mi madre con ser mi madre
la de la yegua lozana,                                            y con el poder que me tiene,
mira que se va a los trigos                                     no ha podido dominarme       
la novilla trujillana.                                               y tú dominarme quieres.        
Estribillo:                                                               Estribillo:
Dicen los vaqueros                                                Dicen los vaqueros…
vaya una vaquera,
la tralla de plata                                                      3-Ya tenemos a la Flora
la honda de seda.                                                  casada con el vaquero,
La tralla no alcanza,                                             teniendo tantos colchones
la honda no llega.                                                 y está durmiendo en el suelo
      Estribillo:
                    Dicen los vaqueros…
   Bueno, la tonada tiene muchas más estrofas. Pero como muestra creo que es suficiente.
  Hoy la cantan como “vaquerillo, vaquerillo”, y aún más modernamente con cierto aire cariñoso, como “vaquerito, vaquerito”. Pues ya vemos que no es así. Aunque si los ignorantes o los trabucadores se empeñan, seguirán cantando como les parezca bien. Y no sigo más, pues el trabucamiento resultaría casi infinito.
  Rompo esta lanza en defensa de nuestros antepasados, a los que no se les puede quitar su historia, ni tergiversar sus muchos años de lucha en crear esta maravilla, para que nosotros, los candeledanos de estos tiempos, podamos disfrutarla.
  ¡Pos vamos anduviendo p’al sequero¡