LA CUSTODIA DE TOLEDO: JOYA UNIVERSAL, ÚNICA E INIGUALABLE
Ramón Lorente De la Luna
Hablar de Toledo siempre es agradable e inspirativo. Pero siempre será comprometido, por la grandeza que encierra en cualquiera de sus manifestaciones, sean civiles, religiosas, culturales, monumentales, etc.
Pero hablar de su famosa “Custodia” sobrepasa el ámbito de todas juntas. Porque la Custodia encierra todo el saber técnico, religioso, cultural y social de un dilatado espacio temporal.
Hoy en día, ya muy alejados en el tiempo de aquellos años en que se ordenó su construcción, podemos aún seguir contemplando, con estupor, tan soberbia y genial obra de ingeniería y, a la vez, de valor religioso y artístico. Porque valorarla como “simple bien de naturaleza ornamental” es, sencillamente, imposible.
Existen algunas controversias sobre si “el oro que se utilizó en la construcción de la custodia fue el primero que se trajo de América. Pues no. Cuando el cardenal Cisneros, el gran cardenal español, ordena su construcción, corría el año 1494; es decir, hace de ello 416 años. Y como debe saberse, aunque hoy en nuestros centros docentes esta sapiencia sea cada vez más pobre y desatinada, aún ni se soñaba con las enormes riquezas que el Nuevo Mundo recién descubierto encerraba.
Por aquel entonces España, léase Castilla, ya tenía suficiente oro como para construir muchas custodias. Y fueron miles las que se construyeron por todo el territorio que ya se llamaba España. Si bien ello no quiere decir que parte de aquellos metales preciosos traídos de América, fuese empleado en la construcción de miles de cálices, y custodias, de más o menos boato y grandeza. Incluso que alguna porción de oro americano fuese utilizado en la Custodia toledana.
“El mayó mal de los males, es bregá con el que no entiende, y con el que no sabe” (que ya decía “Pepete”, gran califa del toreo).
Pues a todos esos que no “entienden” o que “no saben”, debemos recordarles, para que lo sepan y lo entiendan, que el oro sacado de Iberia por fenicios, griegos, cartagineses, romanos, etc., fue muy superior al que trajeron los españoles de América. Está demostrado que solo de “Las Médulas”, los romanos sacaron más oro y más plata que el que nosotros pudimos traer de América. Y que además, como el de “Las Médulas”, tampoco se quedó en España. Se fue a Amberes, a Alemania, a Inglaterra, a Francia, etc., entre otras cosas para mantener el “flamante” Imperio Romano-Germánico, del Emperador Carlos V.
Pero esa es otra historia. Sigamos con la nuestra de la Custodia toledana y su procesión del Corpus.
Voy a traer aquí una descripción de la misma casi original; un poco antigua, pero pensando que, de vez en cuando, debemos someter a nuestra mente a algún tipo de ejercicio que nos ayude a mantenerla en forma.
CORPUS EN TOLEDO
Aunque el Corpus se celebraba en Toledo desde 1342, aquel año de 1595 fue señalado, pues el año anterior se había terminado la gran Custodia toledana, de la que no existe en el mundo joya semejante. El 25 de mayo, jueves, día del Corpus, y por primera vez en su historia, sería procesionada.
El cardenal Cisneros encargó su construcción al artífice alemán Enrique de Arfe en 1494. Éste concibió una estructura octogonal, piramidal, coronada por una cruz. Mide 16 pies de alto. Es de plata sobredorada que pesa 795 marcos. El interior se compone de 2 cuerpos de oro, que pesan 87 marcos, 8 castellanos y 4 tomines cada uno. Los diamantes abundan por todas partes con profusión. Forman este conjunto infinitas piezas sujetas con un sinnúmero de tornillos. Sólo la custodia propiamente dicha se compone de 5.600 piezas aseguradas por 12.500 tornillos. Tiene 1 arroba, 4 libras y 3 onzas de oro, y 15 arrobas y 23 libras de plata. Ésta la daba un aspecto de pobreza por lo que el arzobispo Gaspar de Quiroga ordenó que fuese sobredorada, ofreciendo el conjunto por ello una grandiosidad que impresiona. Pasaron 85 años desde que se dispuso labrar esta alhaja hasta que la dejaron como la vemos hoy. En su construcción intervino Arfe, su hijo y su nieto.
¡La verdad es que para la mecánica los alemanes se pintan solos!
Ese día del Corpus de 1595, primer año en que se sacó en procesión la soberbia custodia, las calles estaban ocupadas por un gentío abigarrado, llegado desde todas las tierras del reino que ya eran Las Españas.
Salió la procesión de la catedral por la Puerta del Perdón, dio la vuelta a la plaza del Ayuntamiento, pasó por la plaza Mayor, Tornería, Gallinería, Barrio Rei, Zocodover, Ancha, Cuatro Calles, Hombre de Palo, y entró en la catedral por la misma Puerta del Perdón. Abría camino la "tarasca", terrible animal de madera bien pintado que ponía espanto en los más pequeños. Seguían los alguaciles muy bien vestidos, con clarines, atabales, trompetas y chirimías. Unos portaban mazas de plata al hombro. Seguía la procesión organizada, igual que hoy, por orden de antigüedad de asociaciones y cofradías participantes: Cruz Procesional de la Santa Iglesia Catedral Primada, estandartes encabezados por el antiguo Pendón de los Hortelanos, Hermandades, Cofradías y Capítulos. Seguían gentileshombres, ricamente ataviados con negros y austeros trajes. Luego los pequeños seminaristas, que estudiaban para curas en Toledo, abrían calle en dos filas: les seguían los seminaristas del Seminario Mayor, a punto de ordenarse sacerdotes. Proseguían otros curas más poderosos rodeando la gran Custodia, que portaba al Señor, presidido por el Cabildo Catedral; éstos, ataviados con ricas vestiduras, iban cantando en latín canciones litúrgicas, en el bonito canto gregoriano. Entre ellos desfiló la Cofradía de la Santa Caridad, la más antigua que desfila en la Procesión. Presidia la magna procesión el Cardenal Alberto, Archiduque de Austria, a la sazón Arzobispo Primado de España.
Añadir que por aquellos años, la iglesia de “Santo Tomé” ya guardaba el famoso cuadro “El entierro del conde de Orgaz”, que pintara Doménikos Theotokópoulos “El Greco”, que ya alcanzaba gran fama. Pero la "Campana Gorda" aún no se había fabricado; se construyó en 1637, y se refundió en 1753. Su tañido dicen que se oía en 20 leguas a la redonda.
¡Para campana gorda la de Toledo, que caben siete sastres y un zapatero!
Y acabada la procesión, si quedaban ganas de andar, dar una vuelta por la ciudad, en aquellos años encerrada dentro de sus imponentes murallas. Visitar la catedral, joya del arte gótico, y al pasar por una plaza, casi al pie mismo del majestuoso Alcázar, entrar en la famosa "Posada El Sevillano", para recuperar fuerzas después de aguantar la procesión casi toda la mañana. Posada que estaría llena de visitantes, marchantes, tratantes, arrieros, carreteros y gentes llegadas de todos los rincones de Las Españas. Y oír hablar en distintos lenguajes, pues por estos años en la corte de Felipe II, rey del mayor Imperio del mundo, había muchos "flamencos", gentes venidas de Alemania, de Italia, y de otros países de Europa, que atraídos por los favores del rey, o por la riqueza y fama de Toledo, aquel día del Corpus también estaban en la Imperial Ciudad.
Hoy día, el recorrido de la procesión del Corpus toledano ha sufrido algunas variantes, siendo el actual como sigue: Sale de la catedral por “Puerta Llana”, Xisto Ramón Parro, Plaza Mayor, Martín Gamero, Comercio, Plaza de Zocodover, Sillerías, Alfileritos, Plaza de San Vicente, Alfonso X, Alfonso XII, Rojas, Trinidad, Arco de Palacio, entrada en la catedral por la misma “Puerta Llana”. Casi todo el recorrido se encuentra entoldado, para hacer más soportable las altas temperaturas que por estas fechas suelen darse en Toledo.
Y recorrer las calles de Toledo en tan singular fecha, lujosamente adornadas con colgaduras y otros ornatos, y alfombradas de aromáticas plantas que al ser pisadas desprenden embriagadores olores, nos transporta a aquel mundo lejano, pero que sigue intacto, y nos causa una sensación de grandeza que sólo Toledo puede ejercer.
Tras algunas vicisitudes, el Corpus toledano se celebra el jueves. Solo Toledo, Sevilla y Granada celebran tan singular día el jueves.
No hay comentarios:
Publicar un comentario