Toledo, capital del mundo
Toledo se recrea majestuosa, cual bella dama, en las tranquilas aguas del Tajo, que en un abrazo eterno la rodea con respeto y admiración. Como la cantó el gran poeta Zorrilla:
Yace Toledo en el sueño
entre las sombras confusa,
y el Tajo a sus pies pasando
con pardas ondas lo arrulla.
¡Qué dulce es dormir en calma
cuando a lo lejos susurran,
los álamos que se mecen,
las aguas que se derrumban!
Fue un hombre sabio, el abad Valemont, quien dijo: "Cuando Dios hizo el Sol lo puso sobre Toledo y Adán fue su primer rey". Algunos opinan que el abad hizo esta aserción como befa hacia lo toledano. Yo opino que no, que el abad pensó, sencillamente, que el Paraíso estaba entre dos ríos, Tajo y Anas, que Toledo fue su centro y Adán su primer rey.
Y como apoyo a tan bonito piropo “una de las grandes excelencias de Toledo es que no pueda averiguarse su antigüedad", como explica el profesor Flórez. Su nombre, conservado hasta nuestros días, es "Toletum", que significa "población fuerte y elevada": "Toletum ibi parva urbs erat, sed loco munita", que dijo Tito Livio.
La referencia poblacional más antigua de Toledo que tenemos, es que estaba habitada por los carpetanos. El historiador Livio dice que el año 193 aC, los ejércitos de la Liga de las regiones del interior vinieron a socorrerla del asedio romano. Llegaron vettones, carpetanos, lusitanos, etc., de la parte sur de Gredos. También llegaron vacceos, arévacos, etc., de la parte norte de la Gran Sierra. Y luego dicen que entre nuestros antepasados no había ya un fuerte nexo de unión por encima de contiendas locales o diferencias territoriales.
Durante los años 193-192 aC, se trabaron entre los romanos y los de la Liga combates sangrientos. Las tropas de ésta fueron vencidas, y el procónsul romano Marco Fulvio Nobilior entraba en Toledo, quedando sujeta a partir de ese momento a su dominio. Los romanos, enamorados de la ciudad, la fortificaron a su manera y la hermosearon, reservándola para mansión de Cónsules y Pretores. Fue adscrita al "Conventus Cartaginensis" en lo contencioso y civil, con derecho de acuñar moneda. Por aquellos años ya era famosa por sus espadas, cuchillos y armas militares de todo tipo.
Plinio dijo de ella: "Caputque celtiberiae Segobrigenses, Carpetoniae Toletani Tago flumini impositi"
En la era cristiana Toledo adquiere otra vez gran hegemonía. El año 400 se celebró en la misma el I Concilio Toletano, al que ya acuden 49 Obispos. El 411 es invadida por los alanos, pero son derrotados por los godos, que se instalan en Toledo. Es el rey godo Leovigildo el que hace a Toledo capital no sólo de la Hiberia, sino también de la Galia Narbonense. Su arzobispado ejerce gran influencia, pudiendo convocar Concilios Nacionales.
Los árabes ocupan Toledo sin resistencia, y pierde su capitalidad en favor de Córdoba. Pero durante su dominio será causa de graves pugnas entre los poderes musulmanes, por la fuerza y predominio que adquiere, participando en todas las revueltas contra la autoridad de Córdoba. Ello produce fuertes disputas, terminando en muchas ocasiones en sangrientos motines y en largos periodos de independencia del califato cordobés. Uno de estos cruentos episodios lo origina Yusuf, joven moro cuyos excesos dan lugar a una asonada que amenazó su vida, rogando los magnates toledanos al emir que fuera depuesto. Para el cargo designó a Amrú, padre de Yusuf, que lo había solicitado. El año 806 Amrú dispuso una gran fiesta, a cuya cena invitó a los más destacados prohombres, a los que mandó degollar, arrojando sus cuerpos a un pozo preparado al efecto: "la matanza del foso". A la mañana siguiente las cabezas de 400 altos dignatarios árabes colgaban de las almenas, expuestas al público. De este terrible episodio nace el dicho "vaya noche toledana", en recuerdo de la sangrienta represión de Amrú.
El 25 de mayo de 1085, Alfonso VI, que de niño y de joven vivió en Toledo, y conocía bien sus defensas, recuperó la ciudad para el mundo cristiano. Cuenta la leyenda que siendo joven, y estando sentado un día bajo la muralla, escuchó la conversación de los generales árabes sobre los puntos débiles de su defensa. Cuando le descubrieron se hizo el dormido, soportando que le vertieran plomo hirviendo en una mano para verificar si fingía. Dice la misma leyenda que al entrar el rey con su séquito en la ciudad recién recuperada, lo hizo por la antigua Puerta de Bisagra, que cerraba el primer recinto de la muralla. Accedió al segundo recinto por la Puerta de Valmardón, también llamada después Puerta de la Cruz, subiendo por la calle hoy conocida como Cuesta del Cristo de la Luz. Unos pasos antes de llegar a la mezquita allí existente, el caballo se arrodilló, lo que entendió el rey y su séquito como "Señal de Luz". El rey mandó decir allí mismo una misa, siendo la primera que se decía en la ciudad liberada. Esta mezquita, la más exacta, aunque pequeña, se dedicó a partir de aquel momento al culto cristiano, bajo la advocación de Santo Cristo de la Luz. Toledo recobra su poder eclesiástico a partir de 1086, con primacía sobre el resto de la España cristiana. Alfonso VI moría en Toledo el año 1109.
El año 1154 Alfonso VII celebró en ella grandes cortes, a las que asistieron, entre otros, Luís VII "El Joven", rey de Francia, y Ramón Berenguer IV, conde de Aragón y Cataluña. Con esto el poder de Toledo crecía y reclamaba nuevos privilegios, como población singular desde el confín de los tiempos. Surge fuerte disputa con Burgos, sobre qué ciudad tenía el derecho de hablar primero en Cortes. En las Cortes de Alcalá, Alfonso VII, en una sentencia digna del mejor Salomón, pronunció aquella histórica frase, que zanjaba el asunto:
"Yo hablo por Toledo y hará lo que le mandare: hable Burgos"
Era sencillo. El rey tenía el privilegio de hablar en primer lugar, por tanto, Toledo hablaba en primer lugar. No sólo eso, el rey concedió a Toledo la prerrogativa de tener un lugar apartado de los demás, frente al rey.
Durante los siglos XIV y XV padece las pugnas ocasionadas por los reyes de Castilla y Aragón y los nobles, que causan elevadas muertes y quebrantos. A ellas hay que unir la aparición de la Inquisición, que a partir de 1485 hace que Toledo pierda enteramente su población judía y morisca, con menoscabo de su poder económico.
En 1520 Toledo encabeza las revueltas contra Carlos I conocidas como de las "Comunidades", con hechos heroicos como ha sido costumbre a través de su gran historia. Pero acabadas estas luchas, la llegada de Carlos I, lejos de producir represalias, supone para Toledo su culminación como ciudad señera y universal. Si Toledo alcanza renombre mundial con la célebre Escuela de Traductores, con Carlos I afirma primero su capitalidad de Las Españas y luego, como residencia del Emperador Carlos V, su capitalidad Imperial del Sacro Imperio Romano Germánico, de la Cristiandad y mundo entonces conocido. Es la capital del mayor Imperio mundial, jamás igualado. Carlos I reforma y engrandece el Alcázar, fijando en él su residencia. Su Arzobispado, al mismo tiempo, afianza su primacía sobre la iglesia española.
En 1560 Felipe II traslada la capitalidad a Madrid, quedando Toledo despojado de su antiquísimo trono, que no ha recuperado, si bien la historia no olvidará nunca el carisma de sus seres queridos. De una forma o de otra, Toledo siempre estará presente en el eterno libro de Hiberia.
Al recorrer las empinadas calles de Toledo, iremos descubriendo los talleres donde se confeccionan los bellos damasquinados, y las fraguas donde se forjan sus famosas armas, cantadas en la bella zarzuela “El huésped del sevillano”:
Fiel espada triunfadora
que ahora brillas en mi mano,
yo celebro la nobleza
de tu acero toledano,
que en el fulgor de la fragua
reciamente se templó.
Este escritor piensa que algunas ciudades, como los grandes deportistas que establecen records insuperables, se han ganado sobradamente el derecho a vivir en paz, a disfrutar sus laureles, y a ser solaz del mundo. Toledo quedará para la historia como el archivo eterno de las Españas. Y no sólo de las Españas: el 17 de setiembre de 1993 Toledo es declarada patrimonio de la Humanidad.
Existen muchas formas de entender a Toledo. Cada persona que lo visite adoptará su peculiar manera de juzgar sus milenarias piedras, sus soberbios edificios, sus murallas y sus puertas cargadas de tanta historia que muchas de ellas están encorvadas por el peso de tanta gloria, sus cigarrales exóticos a la vez que austeros, y la simbiótica mezcla de culturas que harán de Toledo crisol único de la Humanidad. Pero una de las formas más sublimes, a la vez que más recóndita del ser humano, es asistir a su famosa procesión del Corpus. Dejarse llevar por esa elevación del espíritu hacia Yahvé, Dios o Alläh, que ello que más da, fuera de toda forma humana, es reconocer que Toledo está muy por encima de otras consideraciones más mezquinas, más particulares de la terrenal existencia.
Hombres y mujeres ilustres han dejado su inmortal huella en Toledo: los ínclitos nombres de las personas de aquellos pueblos que la gobernaron temporalmente, romanos, judíos, árabes, etc., que la historia nos ha legado, rescatados de la inmensa legión de hombres y mujeres anónimos que quisieron y respetaron a Toledo, deberán unirse a aquellos anteriores a todos ellos, que desde los más remotos tiempos de la antigüedad amaron, trabajaron y lucharon por Toledo, y a los que luego, con el devenir de los siglos, siguen y seguirán trabajando y luchando por tan singular ciudad. Ellos están por encima de todo el pequeño y material universo de los demás mortales. Ellos son Toledo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario